domingo, diciembre 07, 2008

En uno, dos, tres mil pedazos

La tenue llovizna salpica mi mente. Las ideas se resbalan suaves, como una noche estrellada.

El humo escapa lento, toda las cosas se van para no regresar, eso no es nuevo.

La guerra es para los estúpidos y los hombres estrechos de miras, dijo el soldado con el barro cubriendo su cara. Y que es lo que hace aca entonces? Habló uno con tono de general.

En casa no hay nadie esperando y hace mucho que duermo con la luz prendida. Hay veces que uno debe escapar de sus fantasmas. El cielo se ilumina con la luz mortal, brillante como un rayo, partiendo la negrura en dos, tres, mil pedazos. Un hombre grita a lo lejos.

El soldado se limpia los ojos, termina de armar el tabaco, lo enciende y escupe el humo. El espejo esquiva su mirada desde hace tiempo y una mueca que parece sonrisa la devuelve un extraño.

La lluvia cae de a poco, cada vez menos. El viento sopla del sur. Cierra los ojos, la escollera se pierde en el infinito y un barco saluda el atardecer, su pelo baila con la brisa. Los párpados se abren, la noche se pierde a lo lejos. Se supone que en alguna parte las paralelas se juntan, eso suena un poco al oro al final del arco iris.

Otro hombre grita a lo lejos, primero fuerte, luego solo un quejido. Al final solo el viento.

Si eres demasiado pretencioso te irá bien… si buscas demasiado terminas por perderte… las frases al final le suenan un tanto huecas a estas horas. Otro hombre termina su viaje.

La guerra es para los hombres, las mujeres son demasiado inteligentes para andar en esas cosas.

La estupidez es en parte una cuestión de género que se extiende de norte a sur y de derecha a izquierda del mapa y viceversa. Demasiadas vidas pasamos hasta llegar acá y el día parece tan lejano que el sol es solo un recuerdo. Al contrario que en la vida real, la rutina corriente, los tipos apurados llegando tarde a ningún lado profiriendo insultos, escupiendo sangre, dejando lágrimas en el tintero que terminan por secar, paso a paso, lento, viendo las faldas ondular con el viento, el mismo viento que ahora trae el dulce aroma nauseabundo de cuerpos pudriéndose con la lluvia. El sol saldrá para que las pesadillas se vuelvan realidad a pleno día.

Los peores recuerdos son esos que se anhelan. Una cama tibia, la silueta recortándose en la ventana una mañana gris, la tasa humeante con el café recién servido. La ropa interior colgando en alguna parte del baño. La sonrisa medio borracha de amor que suelen regalarse los enamorados. El pavimento mojado devolviendo la luz plateada de la luna, los championes mojados, el baño reparador, la canción perfecta.

Silencio, solo silencio.

El general se siente cansado, se quita el casco y se recuesta contra la tierra.

Mira las estrellas arriba. Solo algunos hombres tienen sueños. El resto muere creyendo haberlo visto todo. Charlatanes pretenciosos que suelen hablar más de lo que piensan, palabras que se escupen sin ton ni son. Los verdaderos hombres se ven en la noche, en la batalla perdida, en la canción que solo conocemos nosotros dos.

La vuelta de hoja no se hará esperar, las medallas al honor y al valor demostrado tendrán que esperar y parece que al final ni siquiera lo recibirán a donde todos terminaremos en algún momento…

Si te dijera que moriremos hoy, que te gustaría hacer antes de volar?

- Un polvo gritó un callado soldado raso.

- Un buen café y un polvo, dijo el general.

- Un beso tierno, murmuró a la noche… y después un polvo.

El viento paró un instante, la noche se volvió día de repente y el piso tembló unos segundos. La noche volvió a cubrirlo todo con su capa negra.

Me alegro de haberles conocido, dijo el soldado raso.

Los susurros se transforman en gritos y los pasos suenan más cerca. Las estrellas van muriendo de a poco, en lenta agonía.

Un ruido corta el aire nocturno, un silbido agudo.

La granada cae majestuosa, lentamente, como un diamante suspendido en el aire. El cuarto de luna se refleja en la piel metálica. Ya es tarde para reaccionar, la tierra se levanta, los cuerpos vuelan por los aires.

El enemigo se acerca entre risas… tres cuerpos yacen tirados en el campo. Un sargento se baja la bragueta y mea sobre los hombres quemados.

El sol sube en lo alto. Los cuerpos sin vida observan el más bello amanecer.

La ironía mas grande sería morir y no encontrar otro sitio…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿lo escribio usted de verdad?
cualquiera diria que fue Ernest Hemingway no se si se escribe asi, pero tiene dos obras muy buenas que lei hace 500 años: "por quien doblan las campanas" y "El viejo y el mar" ah y ademas es conocido por ser abuelo de dos pseudo estrellitas: mariel y margoux hemingway.
pues nada como dice mi ex amigo el paja: yo me saco el sombrero.

Coriano dijo...

¿yo digo eso? Mirá. Bueno sapo, me gustó mucho. Además la narración se muestra fuerte y escrita con buen léxico y estructura.

SALUDOS

Alcohólico con nombre dijo...

Bueno, como siempre, gracias por los elogios aunque sean inmerecidos... el problema es que no se quien escribio al principio, aunque intuyo será mi mamá... pero bue... saludos para todos