sábado, septiembre 24, 2011

Post en stereo

este será un post en estéreo publicado también en The Fucking Wookies... Abrazo grande


Estimados, la cosa ta en plano rodaje, los temas se van mezclando y de a poquito lo que sería un disquito indie de 13 temas o un pseudo ep de 7 (el tiempo lo dirá) se va armando... dejo 4 temas a continuación para que sean juzgados, el 1ero. con pasta de corte de difusión, con el Aldo en la bata y videoclip próximo a filmar.



El segundo, un temita onda indie rock con el Roco en bata y el oveja en bajo, la dosis de distorción...



El tercero, el corazón (como un souvenir), 100% casera pero que pareciera que tiene que quedar así... un tema tristón, autocomplaciente y completamente cuestionable!!!



Bonus Track:
Para terminar un cover poco esperable... en una versión demo







Y el link de descarga para quienes tengan costumbres masoquistas es
http://www.badongo.com/file/25777657

miércoles, septiembre 21, 2011

Los Raros

Poema del Buko levantado de Hankover.


LOS RAROS: Charles Bukowski.


LOS RAROS

aunque no lo creas
hay gente
que vive la vida sin
apenas
conflictos y
con muy poca angustia.
visten bien, comen
bien, duermen bien.
están satisfechos de
su vida
familiar.
a veces
se apenan
pero con todo
viven tranquilos
y a menudo se sienten
de fábula.
y cuando se mueren,
se mueren
dulcemente, por lo general mientras
duermen.
aunque no lo
creas
existe gente
así.
pero yo no soy uno de
ellos.
oh, no, no soy uno
de ellos,
disto
mucho de
parecerme
a ellos,
pero ellos están
ahí.
y yo estoy
aquí.



Extraído de Poemas de la última noche en la tierra. Charles Bukowski, traducido por Eduardo Moga. DVD ediciones, 2004.
Atamente recomendable.
En plan de reedición de post viejos y entre los que puede considerarse de los mejorcitos de este antro de perdición virtual encontré este, que fue publicado por primera vez en agosto de 2009, fruto de un tiempo complicado en la cabeza y que parece no querer irse más, los fantasmas del pasado, como perros ladran a coro, en una noche sin luna.

Abrazo

Todos los martes a las tres (en la ciudad de Cuajo)


Una aclaración antes de comenzar... el nombre de la ciudad refiere a una cuestión que solo una persona podría enteder, esa persona jamás lo leerá, pero con gusto, y cerveza mediante será contado a los curiosos /as que lo deseen... ahora si, un pseudo pequeño escrito




En la ciudad de Cuajo los recuerdos son arrancados de raíz y se secan al sol en las afueras.
Los pájaros cantan todos los días distinto, para que sus habitantes no asocien esa mañana con otra parecida.
Los deseos se queman con la basura y la gente saca los planes de esos que son de a dos y los anhelos, todos los martes a las tres, cuando pasa el camión. Nadie se pregunta donde van, ni que pasa con ellos. Vuelven a sus casas, se miran al espejo y éste les devuelve una cara nueva, que sonríe. Satisfechos se sientan a mirar la tevé, sin recordar que había en aquella bolsa.
En la ciudad de Cuajo todos tienen sonrisas de comerciales de pasta de dientes.
De los árboles crecen fotos en blanco, las flores no se pueden arrancar y los perfumes están prohibidos, todos excepto uno, el que llevan todos.
Aunque de vez en cuando en la ciudad también ocurre algún problema.
Alguna foto que nace en pleno otoño con una cara antigua grabada en escala de grises, algún pájaro que por quien sabe que cuestión migratoria termina en Cuajo silbando una tonada triste, o algún tema de Sabina.Un espejo rebelde que empieza a reflejar la misma cara triste todas las mañanas.
Entonces y con la mayor rapidez posible, el árbol completo es prendido fuego, el pájaro derribado a tiros y al que el espejo devuelve la misma cara es desterrado, obligado a llevarse consigo el maldito artilugio reflejante, por si acaso fuese algo contagioso.
Esta persona camina un par de kilómetros y atraviesa un largo puente, sin cruzarse con nadie por el camino. De todas formas, nadie le recordaría. Seguiría por la larga carretera, que pasado el puente se convierte en un polvoriento camino de tierra, salpicado de verdes irregulares a ambas orillas. Se volvería a mirar al espejo para ver si su maldición pudiera haber terminado y desde el instrumento le saluda un rostro vagamente familiar.
Un poco después pasa por el cementerio. Sobre las lápidas no hay nombres, todos fueron borrados.
El hombre levanta una flor silvestre y la deja sobre una tumba. Es la única del cementerio que tiene una flor.
Pero volviendo a la ciudad de Cuajo, allí uno se muda cada tres meses y cambia de trabajo y amistades con la misma frecuencia. Cuando por algún motivo una chica y un hombre pasan más de seis mese juntos, y la relación es estable, sin sobresaltos, con los guiones perfectamente escritos, armoniosa sólo con lo justo de pasión y deseo, se mudan a la ciudad de Comodidad, que dista a un par de horas de viaje.
Aunque por desgracia a veces en Cuajo se cruzan dos ex amantes. Si alguno de ellos se llega a reconocer, las autoridades actúan con la celeridad a que nos tienen acostumbrado, enviando al memorioso rumbo a la región de Olvido. Mientras que el amnésico puede continuar con su feliz existencia en la ciudad.
En Cuajo las calles no tienen nombres y todos los cafés se llaman igual. No existen playas ni ramblas y el curso de agua más cercano es el que pasa debajo del puente que marca el límite de la ciudad. Las plazas son enormes lagos de cemento con bancos en los costados, todos iguales.
En Cuajo nunca llueve más que tenues lloviznas de verano con sol, ni hace demasiado frío y las estufas de leña están prohibidas.
Todos cumplen años el mismo día y en esa fecha la ciudad se llena de borracheras sin alcohol, puesto que también está prohibido.
En las noches no se ven las estrellas que están tapadas por las fuertes luces de la ciudad, pero cuando por algún extraño motivo ocurre un apagón y las pequeñas luces titilantes cubren la noche, siempre alguno hace sus maletas y se marcha de la ciudad, u otro salta desde un alto edificio. Los menos, jamás se acostumbran a vivir en Cuajo y al cabo de un tiempo se los podría ver caminando por el viejo camino de salida, con la cabeza vuelta hacia arriba, viendo las estrellas de una fresca noche de primavera, cantando alguna vieja canción, añorando lo que ya nunca más volverá.

En la ciudad de Cuajo, estas páginas fueron quemadas en la plaza pública, ante los ojos felices de los habitantes, y a mi me desterraron a Olvido. Al final todos los de Olvido soñamos con mudarnos a Cuajo.
Los ciudadanos de Cuajo duermen tranquilos por las noches, y jamás un sueño les perturba el sueño.