Estimados, esto es solo una muestra de una de las crisis de principios de año, a no alarmarse por lo que algunos pocos leerán, esto fue escrito en marzo y todavía sigo acá... así que a no andar haciendo predicciones apocalípticas... es solo que me parece apropiado colgarlo ahora... en el desván del disco duro... hay una carta para una niña pequeña mucho más triste y linda que esto... quizás algún día la cuelgue... aunque de tanto desnudo literario este blog pasaría a ser una cuestión de pornografía de mal gusto... en fin, a lo que vine. Un abrazo grande para todos
Sin nombre n° 2 (marzo del 2009)
- ¿Porque seguis haciendo el estúpido? Preguntó la mujer que ya no sentía nada por el hombre que tenía en frente.
- Por la sencilla razón de que no se como seguir en esto si ustedes no están conmigo, contestó, como si casi un año de torpezas, desaciertos y errores, a cual de ellos más grave pudiera remediarse con esa cara de arrepentimiento.
La mujer le miró con los ojos entornados, casi como un ave de rapiña a punto de tomar a la presa por el pescuezo.
- Pero está bien, siguió el estúpido, no te molesto más si es que no hay nada que pueda hacer.
- Nada que puedas hacer? ¿Del tipo de cosas que debieras haber hecho antes?
- Ya lo se... balbuceó el tipo, tenés razón, es sólo que...
- Nada, le cortó en seco la mujer, tomó su abrigo y salió al mediodía de treinta grados.
Las cosas de fines de verano, una mañana helada y un mediodía cruel y los putos meteorólogos que no sabían de cual de los extremos advertir.
La mujer, ahora señorita de nuevo se alejaba rumbo a la moto. Pateó el encendido con rabia. La moto no arrancó. Lo hizo de nuevo, tres, cuatro veces, hasta que el condenado aparato cedió. Con un rugido de león agonizante el aparatejo comenzó su marcha.
Es que no puedo imaginarme viviendo sin ustedes continuó el hombre ahora para dentro.
No escuchar a tu niña diciendo mamos, mamos, mientras vos te ponés un broche en el pelo y agarrás un busito. No verte acostada despeinada, con las piernas desnudas, soñando con nunca sabré que, tapada hasta el cuello, con la almohada en la cara.
No puedo vivir sin haber tachado más de dos lugares de la lista aquella de sitios a los que nos íbamos a escapar, a los pueblos de nombres extraños o graciosos que juntos conoceríamos. No puedo imaginarme viviendo sin enseñarle a esa linda niña un par de acordes de guitarra, sin ver más concierto que aquel de los Stones que vimos una mañana mientras te esperábamos que volvieras del trabajo, sin que esa niña descubra la dimensión desconocida, ni conozca al Capitán Picard, ni que sepan quienes son Herman Hesse y Bukowski, Henry Miller y Stephen King, Ray Bradbury o García Márquez. Que no se acueste escuchando príncipe azul, debilmente interpretada por mí, ni que escuche a Sabina en su adolescencia, o sea una joven rebelde sin causa, que no conozca la facultad ni que le de asco lo que pasa en el mundo. En realidad, todo eso solo le daría los mismos problemas que a mi, así que por ese lado, tenés razón, no sería una buena influencia para una niña pequeña.
Extraño que después de estar llorando por cuarenta minutos, esboce una sola sonrisa que compensa todo lo demás, esa sonrisa que me hace saber que no importa cuanta mierda haya alrededor, hay cosas por las que vale la pena seguir respirando.
Como ocurre muchas veces, todas estas cosas sin las que podría vivir, me entero una vez que las perdí. Así como me pasó con Ana, recién un tiempo después me di cuenta de que no podría estar un invierno sin estar entre las mantas con ella, combatiendo el frío con una pobre estufa, haciendo nuestra casita de a poco, viendo Star Trek o la dimensión desconocida de los sesenta por la noche, luego de todo un puto día de trabajo, comiendo una hamburguesa con pan casero que traen a domicilio. Para vos la ensalada de lechuga y tomate, para mi la ensalada rusa, esa especie de pacto tácito que teníamos, el cual solo cortábamos con una tregua que incluía una probada de la ensalada del otro a cambio de algún beso.
Extrañar todo lo que pasó es una puta mierda. A uno no le queda alternativa que seguir escarbando en el pasado, y como me dijo Carolina, es así. Es lo que hago, y como dijo ella esa misma noche, que forma extraña de querer tiene usted.
Es mi única forma, la única que conozco, esa es mi debilidad. Ana decía que prefería que hubiera sido su amigo que su novio, le gustaba mucho más como me llevo con mis amigos. Eso también es verdad. Otra puta verdad.
Yo no vine a este mundo de mierda a lastimar a las personas que quiero, ni a ser un fantasma que lo atraviese hasta llegar a muerto. Escupo letras, vomito canciones, disparo fotos, no porque lo haga bien, sino porque es lo único que puedo hacer y al igual que a la gente que quiero, se me va la vida en ello.
Perdón por no ser un maldito adaptado, no hay sitio para imbéciles como yo en este mundo, ya todos saben lo que pasa con ellos, yo también lo se. Sólo estoy estirando un poco el final. Todavía tengo dos o tres cosas que hacer antes de partir, y después de eso?
En realidad hasta hace bien poco, pensaba que salir del escenario antes de tiempo, era una boludez, ya que sabido es que la única certeza que uno puede tener es justamente esa, una salida del escenario, esto de entremedio tenía que ser visto como un puto juego, algo así como el corto antes de la película, no se, el momento perfecto para apurar la lata de cerveza y pasar la mano por la pierna de la acompañante. Pero vaya uno a saber porque, esa farsa tan buena que me inventé cae por si sola. Y es más urgente mi deseo de develar el único misterio importante de la vida, ya sabes cual es.
Así que bueno, esta puede ser una carta de despedida, o simplemente un puto paréntesis. Todo dependerá de como caiga la cerveza.