El 1er. capítulo viene desde Honestidad Brutal, el ya extinto blog de mi queridísima Gregoria Samsa, rescatado para ustedes.
Cadáveres Ilustres
"Todos tenemos un muerto en el
placard"
(como mínimo)
Y como ya es costumbre, Gregoria sigue desmenuzando dichos célebres del populacho... Y este hace alusión a un tema que da para largo...
el de ese "lado oscuro" que todos tenemos. Y no hablo de algo tan literal como un amante metido en el ropero, o un fiambre literal... (¡que algunos de hecho lo tendrán!) sino de ese cadaver que todos tenemos en el placard, que representa esos aspectos de nuestra vida cotidiana que uno se empeña en ocultar para con sus pares, ya sea por miedo al ridículo, por cuestiones morales, por miedo a ser juzgado o a sentirse unfreak... o por cualquier otro motivo. Hay varios tipos de cadáveres escondidos en nuestros roperos...
Estan los cadáveres que uno no muestra a la luz porque le parecen totalmente intrascendentes, que son aspectos pequeños de la privacidad de cada uno y que no implican ninguna transgresión moral...
Hay gente que se come los mocos, otros que mastican chicle con la boca abierta, hay gente que se calienta mirando Hentai, y otros que escuchan Heavy Metal, pero esconden algún mp3 de Arjona en su PC.
En algunos casos el cadaver puede ser más gordo que otros: no es lo mismo el cadaver del ropero de un señor/a que lleva dos familias paralelas, por ejemplo, al de un adolescente que fuma faso a escondidas de sus viejos. ...
Pero el asunto que me lleva hoy a escribir no es el cadaver en sí, sino lo que ocurre en las relaciones humanas cuando se abre ese placard... cuando ese otro que hasta ahora era de cierta manera, pasa a ser contemplado por nosotros con todos sus matices, desde los aspectos positivos más marketineros, hasta los matices más jodidos.
Es un hecho que cuando comenzamos a conocer a alguien, de cierta forma casi inconsciente hacemos una cuidadosa selección de nuestras mejores bondades, y el tufo del fiambre en el ropero se comenzará a sentir después... y es ahí, recién ahí, que a mi juicio, entra a correr el verdadero amor, la verdadera amistad, etc...
El problema es con qué criterio regular el muestreo de nuestras bondades y miserias cotidianas...
1- Están los que en breve, te invitan a su casa, te abren el ropero, te muestran el muerto así sin más, y luego vos ves si te quedás o te vas corriendo despavorido...
2 - Están los que te niegan la existencia del ropero, que se te venden cual licuadora multifunción de propaganda de "Teleshopping", que a primera vista parecen el mejor producto del mundo, pero luego de dos manijazos, no son más que un gran conjunto de plásticos ensamblados para el orto, y que hasta te olvidaste para que servían...
3 - Después están los que se congracian con tu ropero, y te muestran el suyo, envolviéndote en el verso naif del"somos iguales", cuando más adelante te enterás que en vez del ropero te estaban mostrando el botiquín del baño.
Y luego de haber sido una pelotuda ávida practicante del método uno...
Y luego de haber sido bombardeada por practicantes del método tres...
Y luego de haber sido yo misma el fiambre en roperos ajenos...
La pregunta del millón: ¿Dónde corno está el maldito término medio?
(como mínimo)
Y como ya es costumbre, Gregoria sigue desmenuzando dichos célebres del populacho... Y este hace alusión a un tema que da para largo...
el de ese "lado oscuro" que todos tenemos. Y no hablo de algo tan literal como un amante metido en el ropero, o un fiambre literal... (¡que algunos de hecho lo tendrán!) sino de ese cadaver que todos tenemos en el placard, que representa esos aspectos de nuestra vida cotidiana que uno se empeña en ocultar para con sus pares, ya sea por miedo al ridículo, por cuestiones morales, por miedo a ser juzgado o a sentirse unfreak... o por cualquier otro motivo. Hay varios tipos de cadáveres escondidos en nuestros roperos...
Estan los cadáveres que uno no muestra a la luz porque le parecen totalmente intrascendentes, que son aspectos pequeños de la privacidad de cada uno y que no implican ninguna transgresión moral...
Hay gente que se come los mocos, otros que mastican chicle con la boca abierta, hay gente que se calienta mirando Hentai, y otros que escuchan Heavy Metal, pero esconden algún mp3 de Arjona en su PC.
En algunos casos el cadaver puede ser más gordo que otros: no es lo mismo el cadaver del ropero de un señor/a que lleva dos familias paralelas, por ejemplo, al de un adolescente que fuma faso a escondidas de sus viejos. ...
Pero el asunto que me lleva hoy a escribir no es el cadaver en sí, sino lo que ocurre en las relaciones humanas cuando se abre ese placard... cuando ese otro que hasta ahora era de cierta manera, pasa a ser contemplado por nosotros con todos sus matices, desde los aspectos positivos más marketineros, hasta los matices más jodidos.
Es un hecho que cuando comenzamos a conocer a alguien, de cierta forma casi inconsciente hacemos una cuidadosa selección de nuestras mejores bondades, y el tufo del fiambre en el ropero se comenzará a sentir después... y es ahí, recién ahí, que a mi juicio, entra a correr el verdadero amor, la verdadera amistad, etc...
El problema es con qué criterio regular el muestreo de nuestras bondades y miserias cotidianas...
1- Están los que en breve, te invitan a su casa, te abren el ropero, te muestran el muerto así sin más, y luego vos ves si te quedás o te vas corriendo despavorido...
2 - Están los que te niegan la existencia del ropero, que se te venden cual licuadora multifunción de propaganda de "Teleshopping", que a primera vista parecen el mejor producto del mundo, pero luego de dos manijazos, no son más que un gran conjunto de plásticos ensamblados para el orto, y que hasta te olvidaste para que servían...
3 - Después están los que se congracian con tu ropero, y te muestran el suyo, envolviéndote en el verso naif del"somos iguales", cuando más adelante te enterás que en vez del ropero te estaban mostrando el botiquín del baño.
Y luego de haber sido una pelotuda ávida practicante del método uno...
Y luego de haber sido bombardeada por practicantes del método tres...
Y luego de haber sido yo misma el fiambre en roperos ajenos...
La pregunta del millón: ¿Dónde corno está el maldito término medio?