Estimados, ¿como es que están uds.? en esta ocasión seguiré con el viaje aquel a estaciones perdidas que hube de hacer en marzo de este año. Este capítulo trata de uno de los momentos más complicados que tuvo el trayecto.
Salido de Palermo, antes de mediodía, previa foto de la estación y de una parada que el tren tenía en el trayecto, parada que constaba de una casillita de chapa que soportó heroicamente el paso de los años...
Todo marchaba según los planes, recarga de nafta en un almacén en medio de la campaña, una cervecita bajo la sombra de un árbol y seguir en busca de la siguiente estación, Hernandarias. La cuestión es que en determinada parte del camino, el mismo se bifurcaba transformándose en dos que iban en direcciones completamente opuestas.
Primeramente seguí hacia la izquierda, andados más de 15 minutos y con un camino de tierra que lentamente devenía en huella nada más, llegué a la conclusión de que probablemente había errado la dirección, volví tras mis pasos (más bien tras mis ruedas) tomé el otro camino. La ruta que en algún momento si seguía rumbo al este debía divisar se hacía esperar... La estación Hernandarias perdida definitivamente.
La idea era seguir hacia la siguiente, estación Gallinal. Los primeros quince minutos se transformaron en media hora y este nuevo camino venía convirtiéndose en una extraña huella cubierta de piedras y campo sin límites a ambos márgenes del mismo.
El tanque de nafta iba perdiendo lentamente sus reservas y yo con la idea de que si hacía cincuenta quilómetros más sin encontrar señales de civilización debería de volver a Palermo como pudiese y recargar nafta allí, pero con todo el día perdido.
Kilómetros más tarde, mientras la desesperación del andar en una moto en un camino de tierra absolutamente perdido y vacío de toda forma de vida un ñandú salió desde uno de los campos y se puso a correr por delante mío, si, un ñandú!!!.
tomé la cámara y con la moto en marcha atiné a hacerle una foto, que evidentemente no ha sido de lo más clara, pero que ampliada se puede ver al pobre bicho corriendo a más de sesenta km. por hora.
Seguí al ñandú y cual canción que podría haber escrito si el espíritu de Drexler se hubiese instalado en mi, podría decir que un ñandú me trajo hasta aquí.
Ese hasta aquí resultó ser una suerte de tumba de grandes dimensiones... una tumba si. En ese momento se me ocurrió que quizás aquello era un presagio y que mi ñandú benefactor quizás fuese en realidad un ñandú carroñero que arrastraba a individuos que buscaban estaciones de trenes campo adentro para comérselos posteriormente a la sombra de esta tumba:
Superado ese primer momento de pensamientos extraídos de la peor película de terror de clase B jamás realizada miré hacia mi derecha y encontré una construcción. Una señal de civilización. Me acerqué en la moto y resultó ser una escuelita rural de nombre Molles de Timote y que según revelaba una fecha habría sido construida en 1912.
Me acerqué a la puerta y un rato después salió una maestra de pasados los cuarenta años, bastante extrañada de ver a semejante extraño en esos parajes. Le conté un poco la peripecia y solicité con mi mejor cara de citadino extraviado (muy parecida a la de perro mojado que suele funcionar con algunas mujeres) alguna indicación sobre como llegar a la estación Gallinal y luego encontrar la ruta que llevaba a Sarandí del Yí y que pasaría por Montecoral, Capilla del Sauce y finalmente a Tabaré, estación final de este primer recorrido.
Este terminó siendo un post de viaje de estaciones, pero sin fotos de estaciones de tren, a continuación foto de la escuelita, un saludo grande a la maestra que me devolvió a la civilización y otro grande al ñandú y otra fotito de cuando volví a la ruta 6.
Abrazo más que grande!!!
(escuela rural Molles de Timote)
(la poderosa, jejeje)
El futuro en el cielo
Hace 3 años.
1 comentario:
esta muy buena la anécdota del ñandu. me encantó.
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