Es ese vacío antes de dormir
En lo personal este 20 de mayo me encontró con mi hijo mayor de 11 años
en la ciudad de Paso de los Toros, estábamos de viaje hacia el norte y la idea
era parar en algún lado para participar de la marcha.
Apenas llegamos nos saludamos con las personas que allí estaban y nos
dieron una foto a cada uno, a Joaco le tocó la de Blanca Altman. La miraba con
curiosidad. Blanca tenía 26 años cuando fue secuestrada en Buenos Aires, donde
se había radicado luego del Golpe, y estaba embarazada de 3 meses, trabajaba y
era estudiante de sociología.
Allí más de cien personas caminamos por la Avda 18 de Julio de Paso de
los Toros, tomando luego la avda. de acceso a la ciudad hasta la plaza
principal.
Mi hijo iba haciendo preguntas, en cada pausa que se realizaba luego de
decir los nombres de nuestros desaparecidos y el posterior
"presente", Joaco lo decía fuerte, charlamos un poco y le fui
contando lo que sabía de aquella dictadura en la que nací y hasta mis dos años,
de los desaparecidos, de nuestro Oscar Baliñas.
¿Nosotros también somos familiares?
De alguna forma si, le digo. Le conté de los padres de mis amigos Diego
y Daniel, que habían sufrido la tortura y la detención pero que habían podido
salir.
¿Cómo hacemos para que esto no pase más? me pregunta serio. Tenemos
memoria, y seguimos marchando los 20 de mayo le respondo.
¿Y si vuelve a pasar?, ¿Qué hacemos?
pregunta de nuevo.
Se van con tu madre vos y tu hermano a
algún lugar seguro y luego vemos, le dije.
- ¿y vos? me pregunta.
Llegamos a la plaza y sonaba la memoria,
de León Gieco.
Mi niño se sienta en el piso abrazado a
Blanca, mientras se leía la proclama de familiares. Para cerrar el acto se dio
lectura a un poema escrito por Joaquina Goycoechea, nieta de Gustavo
Goycoechea, un isabelino desaparecido.
¿Cómo le sigo respondiendo sobre ese
horror que apenas si puedo imaginar?
Fuimos a cenar, mientras las preguntas
seguían y sus ojos cansados se fueron cerrando.
Esa noche fue la primera vez que fuimos
juntos a la marcha con mi niño, siempre por un motivo u otro él quedaba en
casa, esa noche dijimos "presente" juntos.
El ciclo de la tortura (Joaquina
Goycoechea)
Mi abuelo era un hombre inocente
que su única arma era su distinta forma
de pensar.
Laura, mi abuela que acababa de
experimentar el nacimiento de su primer y único hijo.
Estos padres primerizos que fueron
juzgados injustamente
por el gobierno de ese entonces.
Somos tantos los que queremos la verdad.
Las familias que siguen sufriendo.
La tortura que no termina.
Esos hombres encarcelados
que continúan sintiéndose poderosos
por tener la verdad y no decirla.
Las fotos en blanco y negro.
Que nos persiguen todavía.
Y esa flor que nunca estará completa.
El sentimiento de que algo falta.
Es ese vacío antes de dormir.
Las veces que dudé si se podía seguir.
Los carteles de verdad y justicia.
Que me deprimen, que ya la verdad se
está convirtiendo
en anhelos o deseos inalcanzables.
Que se ven tan lejanos ahora.
El terror que nunca se sepa la verdad.
Que los últimos dictadores caigan
y la verdad muera con ellos.
Mi deseo de conocerlos, de saber.
De saber si soy parecida a ella o si
tengo los ojos de él.
Las preguntas que me hice toda la vida:
¿Cómo eran?
¿Cómo sería tener la familia completa?
¿Porqué separar a un bebé de sus padres?
¿Qué hago con los días festivos?
Que, aunque sean comerciales duele que
no esté conmigo.
Agradeciendo un año más a todos los que
alzan su voz,
para gritar "presente" una vez
más.
Las marchas anuales,
que hoy llamamos marcha del silencio.
Que más que silencio se escuchan los
gritos de familiares y amigos
pidiendo la verdad un día más.
Y entender que el único silencio
es el de los corazones de las víctimas,
y el de aquellos que callan la verdad.
Comprender que lo único que me queda es
imaginarlos.
Como seres de luz.
A los cuales encontraré, del otro lado.