La noche caía en Playa Verde, un pequeño balneario de la costa uruguaya en el invierno de 2008.
Era de fumar en la cama mientras escuchábamos un vinilo.
Ya con veintilargos fue la primera vez que de veras oía un disco de Alfredo Zitarrosa y a mi lado estaba la señorita que ha sido mi amor frustrado por causas atribuibles únicamente a mi.
Ella dijo, Zitarrosa es tan profundo, con una voz con un dejo de melancolía y tristeza.
Y terminó el disco, y éramos felices, y yo no sabía nada de todo lo que vendría después.
Esa noche tuve una conexión con la música escuchada de a dos que raramente volvería a encontrar.
Y nos fuimos a la cama e hicimos lo que dos personas que se quieren hacen en una cama, y todo lo demás vendría después.
Este es el disco, y cada vez que escucho a Don Alfredo vuelvo a esa noche, y a esa mujer.