Y en plan de reciclaje...
S. H. En B. (Síndrome de hoja en blanco)
Tengo tantas cosas que contar, confesiones para hacerte. Sueños que no se dejan despertar, pues pasa que los sueños no están hechos para hacerse realidad, se corrompen con el aire, se secan al sol de una tarde de verano, mientras las muchachas pasan en bikinis por la rambla.
Y que decir de las pesadillas... es mejor intentar esconderlas bajo el colchón, que los fantasmas solo pasen a saludar de cuando en cuando, no todos los días.
Había una señorita sentada en un banco en el rincón más alejado de la plaza. En mi cabeza estudiaba las opciones menos evidentes para acercarme a hablarle. Tirar el libro que estaba leyendo unos 30 metros en el aire no parecía buena opción... Tendría que haber traído a mi perro, aunque seguramente el resentido animal obraría en mi contra, se le acercaría a la muchacha en cuestión moviendo su rabo, con las orejitas caídas y le contaría de todos los maltratos recibidos en mi hogar. El cuento se llamaba “si los perros hablaran”.
Por fin a mi cabeza le iluminó una idea, un rayo atravesó la oscura noche.
Me puse en pie, tomé el libro entre manos y me acerqué lentamente, haciendo zigzag como hacen los soldados en pleno tiroteo. Una gorda vieja se atraviesa y me mira con desagrado. No se preocupe señora, es recíproco.
Llego al objetivo, ella levanta la vista de su libro, - ...
Bueno, no nos distraigamos del quid de la cuestión. La cuestión es que podría escribirte los versos más tristes esta noche, si, no subestimes mi capacidad para la tristeza y la decepción.
Me encantaría cantar una de esas estúpidas canciones de amor que cantan los estúpidamente enamorados, pero bueno, sabrás que ese estado es difícil de alcanzar.
Lo que más enojado me tiene es que hay veces en que el círculo vicioso lo arrastra a uno siempre al pasado, siempre atrás. ¿Donde están las novias que se fueron? ¿guardan algún rincón del corazón para quienes les defraudaron? Esa y muchas preguntas más, jamás serán contestadas.
El otro día fui a ver al doctor, me diagnosticó estupidez crónica, mezclada con irremediable melancolía de las cosas que se perdieron para siempre. Mi tratamiento de alcohol no surte efecto le grité indignado. – El alcohol no es para curarle, sino para castigarle estimado, me contestó mirándome desde mi propio espejo.
Si, la peor de las cosas es cuando uno sabe cual es su diagnóstico y nada puede hacer al respecto. Es la impotencia elevada a la décima potencia, como estar en la cama con Scarlett Johanson y no poder hacer nada.
En fin, pero la cosa es que esta mañana desperté en medio de una pesadilla y al momento de ponerme a escribir, a las restantes patologías, se le sumó el Síndrome de Hoja en Blanco.