El Vw escarabajo azul aceleraba como podìa en la autopista repleta de autos nuevos que a velocidades muy altas pasaban zumbando a su lado, conducidos por las computadoras con GPS a las que se le marcaba el punto de destino y ella se encargaba de llevarte. El chofer del escarabajo evidentemente no estaba conforme con esto, de ahì que manejara un auto que tenìa casi cien años pero que aùn cumplìa su funciòn, lo llevaba a donde el querìa y lo màs importante, por donde èl querìa.
Por el espejo retrovisor vio acercarse ràpidamente una moto de la policìa, se le emparejò y el policìa robot le indicò el borde de la autopista para frenar.
El hombre bajò la ventanilla y el robot imitando una voz humana suave y reconfortante dijo:
- buenos dìas, ¿porque no tiene encendido el computador?
- agente, lo que pasa es que se averiò mi auto nuevo y tuve que tomar este para llegar a mi trabajo respondiò el hombre sin pasar el detector de mentiras que como todo el mundo sabe tiene instalado todo agente robot de policìa.
- Ese vehìculo es inapropiado para circular por aquì, va a tener que acompañarme.
- eso no podrà ser agente, tengo que llegar a mi destino,no puedo acompañarlo, tendrà que disculparme.
- El robot frunciò el ceño y esperò instrucciones que remotamente le llegarìan por un operador humano que estarìa en un alto edificio con muchas càmaras encendidas.
Hacìa tiempo que ningùn robot policìa reportaba situaciones anòmalas y esos momentos eran los que a èl le gustaba. El agente humano tecleò rapidamente e hizo aparecer la imagen del hombre y el escarabajo en su monitor. Tal fue su sorpresa cuando encontrò a su antiguo compañero de trabajo, que desencantado de los milagros de la vida moderna sòlo hablaba de renunciar y mudarse al campo, de ir por los caminos prohibidos, de esos que no estaban en los mapas, los caminos de tierra que llevaban a pueblos fantasmas, a estaciones de trenes abandonadas.
Y si, finalmente lo habìa hecho, habìa renunciado y desde hacìa cerca de dos meses le habìan llegado reportes de que el hombre estaba restaurando completamente un auto del siglo anterior, un auto de casi cien años le dijo riendo a carcajadas por un monitor uno de sus compañeros. Finalmente lo habìa hecho.
El hombre del escarabajo se estaba preocupando, aquellos robots no demoraban tanto tiempo en recibir instrucciones, el sabìa como funcionaba todo aquello, èl habìa sido uno de ellos.
Desde el autòmata se escucho una voz conocida que dijo:
- Amigo, que tengas buen viaje.
Sonriò al descubrir quien era, encendiò el coche y siguiò camin por la autopista, hasta que encontrò el primer camino de tierra que veìa desde sus cinco años, en ocasiòn de una visita que hizo con su padre a uno de esos pueblos.
La casi nula suspensiòn del vehìculo sufriò con el primer pozo, pero luego se fue acomodando. El hombre prendiò la vieja computadora y empezaron a sonar Los Creedence por los parlantes.
Siguiò por el camino hasta llegar a un almacèn atendido por un viejo octogenario que se alegrò sinceramente por la llegada de una persona a aquel lugar, pidiò indicaciones de como llegar al pueblo, comprò algo de comida y siguiò viaje durante màs de ochenta kilòmetros. A los costados del camino se empezaban a ver casitas habitadas por gente, otras vacìas en una inmensidad de campo que se desparramaba hacia ambos lados del camino.
En la entrada de la estaciòn de trenes bajò y prendiò un cigarro, respirando ese aire tan puro, tan limpio y viendo la estaciòn erguida, orgullosa de ser una reliquia que soporta los embates de la humanidad entera y esas ansias de seguir adelante, de futuro que lleva impresa en la frente.
Se acercò y vio a la màs linda señorita que uno pueda imaginarse arreglando una ventana, no pudo hacer otra cosa que quedarse como un imbècil miràndola. Ella se acercò y con la sonrisa màs encantadora del mundo preguntò: - ¿estàs perdido?
- Ya no, respondiò el con otra sonrisa.
A veces algunos logran sortear las trabas y prohibiciones existentes y llegan a la ciudad de añoranza, donde las estaciones de trenes siempre tendràn un anden desde donde ver el atardecer fumando un tabaco, o como el hombre del escarabajo, abrazado a una hermosa señorita.
Algunos amores, de esos que nunca olvidaron los amantes vuelven a encontrarse en Añoranza, para compartir al menos unos ùltimos años.
La estaciòn de servicio apenas si tiene combustible, el que traen los que huyen del mundo real, los que escapan de las grandes ciudades.
Por la noche las estrellas brillan con fuerza, las tormentas duran toda la madrugada y los fuertes vientos son combatidos en bares y casas con estufa de leña encendidas, mientras los vidrios se empañan y los amantes se aman.
La ciudad de añoranza hace mucho que no figura en los mapas, para llegar a ella hay que dar muchìsimas vueltas, como suele ocurrir con las cosas, uno tiene que perderse para llegar en algùn momento a encontrarse.